El grito de la gaviota by Emmanuelle Laborit

El grito de la gaviota by Emmanuelle Laborit

autor:Emmanuelle Laborit [Laborit, Emmanuelle]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2014-04-14T22:00:00+00:00


15

ESQUIVANDO PELIGROS

¡Ha llegado el Minitel! El aparato mágico. La comunicación sin intermediario. Lloro de emoción. Una libertad más. ¡Un tesoro de libertad a los quince años!

Este instrumento me permite comunicarme libremente por escrito con mis compañeros. Es un regalo fantástico, ¡una liberación!

Mis padres me han dado una sorpresa. Veo esta especie de maquinita de escribir conectada al teléfono, con una pantalla de televisión. Mi madre lo ha preparado todo; sólo tengo que empalmar la línea. Mi amiga Claire me llama, se pone a funcionar un flash y veo aparecer en la pantalla las frases de mi interlocutora. Mi padre, mi madre, Marie, me miran. La alegría me oprime la garganta. ¡Por primera vez descubro mi independencia!

Ya no tengo necesidad de incordiar a mi hermana para llamar a Claire. Hablamos durante horas; ella es aún más charlatana que yo. Nos pasamos una hora o dos parloteando por este aparato. Ella me cuenta su vida; yo, la mía. Es formidable para nosotros, pero es caro. Y temible cuando se tienen secretos a los quince años.

Por culpa de una compañera me dejo sorprender. Sin la menor intención de espiarme, mi madre lee en mi ausencia, sobre la pantalla, un mensaje inquietante:

«¡Hola, Emmanuelle! ¿Todavía estás enferma?».

Interrogatorio cara a cara a mi regreso, por la noche.

—Entonces, ¿estás enferma?

Intento mentir, pero ella me detiene en seguida. Lo cierto es que me he saltado las clases. Y mi madre no tiene la menor intención de dejar pasar esta historia.

La disputa es violenta, en lenguaje de signos; mi madre grita al mismo tiempo, cosa que, evidentemente, no sirve para nada. Yo le digo con signos:

—¡No vale la pena que grites, soy sorda!

Ella redobla su cólera ante mi mala fe. Sorda, sí, pero sobre todo mentirosa. La disputa sigue en aumento, y Marie, aterrorizada, se refugia llorando en su habitación. Más tarde, soy yo la que llora en la mía. Después Marie se reúne conmigo y lloramos las dos juntas.

Porque para mí todo es grave en aquel momento, sobre todo el hecho de que mis padres no acepten mi historia de amor con ese muchacho. Ellos tienen miedo de esta relación fuerte, violenta, con un chico mayor que yo, marginal, que no quiere ir a clase, que trafica en no se sabe qué, que se pelea a menudo, que va siempre con los puños y la violencia por delante, que es posesivo, exigente, y en el cual tengo una confianza ciega. Mi «golfo». Ellos saben que hay que tenerle miedo; yo, no. Me siento tan atraída, y él también, que ya no hay nada claro en nuestra historia aparte de esa atracción. No pienso ni un segundo en lo malo de él; ¿por qué esa violencia, por qué esa marginalidad, ese temperamento tan fuerte? Creo conocerle mejor que los demás porque le amo. Él no tiene la suerte de tener unos padres como los míos. Él busca el amor, como yo; él me quiere a mí; yo le quiero a él. Encerrada en esta historia personal y un poco loca, ya no escucho nada.



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